Artículo de Gorka Espiau, publicado en el número 0 de la Revista K
Fotografías: Vicente Paredes
El Museo Guggenheim Bilbao es uno de los grandes iconos de la transformación vivida por la sociedad vasca. Este artículo profundiza en las narrativas que hemos construido colectivamente sobre su origen, presente y retos de futuro. El objetivo de este ejercicio es cuestionar la aparente racionalidad con la que decidimos incorporar determinados elementos al relato de lo vasco, desechando otras interpretaciones igualmente reales y válidas.
La recuperación del autogobierno tras el fin de la dictadura franquista permitió a las nuevas instituciones vascas poder diseñar sus propias políticas económicas gracias a su capacidad de recaudación. Este autogobierno era un arma de doble filo. El Gobierno Vasco podía tomar verdaderas decisiones estratégicas, pero éstas debían financiarse con sus impuestos. De forma que, si el Gobierno Vasco se equivocaba en el tipo de inversiones, no podría acudir al gobierno español a solicitar ayuda y pondría en riesgo el colapso de todo el sistema socioeconómico.
En este contexto de la máxima dificultad, es muy difícil entender desde una perspectiva exclusivamente pragmática la lógica de unas instituciones vascas que decidieron invertir tanto dinero en un proyecto como el Guggenheim Bilbao Museoa, en lugar de concentrar
la inversión en servicios sociales, sanidad, educación o promoción empresarial.
Este artículo trata de entender mejor la lógica de esta decisión, su relación con otras decisiones estratégicas que se tomaron en aquel momento y que conformaron el denominado “modelo vasco”. Esta deconstrucción puede ayudarnos a analizar críticamente lo que estamos haciendo ahora y a tomar mejores decisiones de cara al futuro.
Una forma de entender mejor esta decisión es profundizar en los discursos que existían en aquel momento sobre la necesidad de responder a una “crisis total”. Estas narrativas permitieron a las personas involucradas en este proceso sentirse respaldadas para convencer a una de las instituciones culturales más importantes del mundo sobre la idoneidad de Bilbao como capital europea de sus actividades. En este camino, intentaremos comprender también las motivaciones más profundas de una sociedad que es capaz de combinar un imaginario cultural vinculado a la lengua más antigua del continente europeo con la búsqueda de las referencias de modernidad más disruptivas.
- Jonathan Meades, crítico de arquitectura
El término “Bilbao Effect” se utiliza para describir el conjunto de transformaciones sociales, económicas y arquitectónicas vividas en Bilbao desde el final de la dictadura franquista hasta la actualidad. Al igual que el conjunto de la sociedad vasca, Bilbao pasó de ser una ciudad afectada por el colapso industrial, el desempleo y la violencia, a convertirse en un ejemplo de transformación urbana exitosa en términos de desarrollo humano sostenible.
La construcción del Museo Guggenheim Bilbao es el ejemplo más conocido de esta transformación, pero no son menos relevantes las intervenciones urbanísticas desarrolladas después de las inundaciones de 1983, el plan urbanístico de Abandoibarra, la construcción del metro diseñado por Norman Foster, el nuevo palacio de congresos Euskalduna que toma el nombre de uno de los astilleros más importantes del pasado, el centro cultural de la Alhóndiga, los nuevos proyectos de la península de Zorrozaurre, el tranvía y la peatonalización de parte de su espacio público. Este conjunto de infraestructuras, acompañadas de nuevos modelos de negocios vinculados a los servicios, el despliegue de las nuevas instituciones autonómicas y el fin de la violencia de ETA, permiten a la ciudad proyectarse como un ejemplo exitoso de transformación urbana.
El Museo Guggenheim Bilbao integra todas estas actuaciones y se convierte en el mayor exponente de una nueva arquitectura icónica. Este estilo de arquitectura se define como contemporánea, que busca el reconocimiento y la popularidad, caracterizada por una forma impresionante y simbólica, y siempre diseñada por un arquitecto estrella. El edificio se convierte en el logotipo de la ciudad. Charles Jencks, historiador de la arquitectura, habla del edificio icónico como desafío al monumento arquitectónico tradicional y pone como ejemplo cinco edificios de gran reconocimiento internacional: el Museo Guggenheim Bilbao, el edificio AT&T y el Centro de Vuelo de la TWA en Nueva York, la Ópera de Sydney y la capilla de Notre Dame du Haut en Ronchamp.
Según Tom Dyckhoff, crítico de arquitectura, la primera arquitectura icónica es la de los monumentos religiosos. Los iconos del modernismo son formas racionales perfectas, que representan el sistema económico y la industrialización. Un icono contemporáneo se ve obligado a ser una mercancía y una moda, para atraer el interés, producir beneficios económicos, ser seductor, exitoso y popular. Siguiendo el ejemplo de Bilbao, muchas ciudades del mundo intentan construir su “icono de transformación”, aunque el resultado de la mayoría de estas iniciativas haya resultado en fracasos.
En los nuevos museos, el edificio es una atracción igual que el arte y hay espacios para comprar, sentarse, comer, tratar de que el arte vuelva a formar parte de la vida diaria, en lugar de ser sagrado o didáctico. Para muchos autores, el inicio del siglo XXI se interpreta como la “edad de oro” de los museos, con espectáculos y edificios superventas que se supone que innovan y entretienen.
Desde esta perspectiva, el “Bilbao Effect” representa una nueva estrategia de transformación urbana que utiliza edificios espectaculares de arquitectos famosos para revitalizar ciudades postindustriales en dificultades con el objetivo de posicionarse en el mapa turístico mundial. Se trata de una combinación de un icono emblemático y de reconocimiento global con un arquitecto prestigioso. Esta estrategia es implementada por ciudades de mediano tamaño que aspiran a competir con ciudades globales como Nueva York y Londres a la hora de atraer al turismo internacional.
Un impacto espectacular
El Museo Guggenheim Bilbao no fue el primer museo con vocación icónica y transformadora, pero su impacto ha sido tan espectacular que se ha convertido en sinónimo de este fenómeno. Un estudio de Beatriz Plaza y Silke N. Haarich, economistas de la Universidad del País Vasco, reveló que entre 1997 y 2008 se publicaron 110 artículos sobre el Museo Guggenheim Bilbao en revistas científicas.
Esta nueva arquitectura icónica entiende que su impacto no es sólo cultural sino económico y social. Desde esta perspectiva, las inversiones culturales pueden transformar la economía de una ciudad y se convierten en una herramienta a través de la cual se construye y expande la imagen y la representación del lugar.
El primer estudio de viabilidad encargado por las instituciones vascas estimaba que serían necesarios 400.000 visitantes al año para justificar la inversión prevista de 132,22 millones de euros. Durante el primer año tras su apertura, el museo recibió 1.360.000 visitantes, más del triple de la cifra requerida. Posteriormente y hasta la llegada de la pandemia COVID19, la media de visitantes al año se sitúa entre 900.000 y 1.000.000.
El paquete de inversiones iniciales realizadas por estas instituciones es de 132,22 millones de euros, y se desglosa en tres áreas: 84,14 millones de euros para la construcción del museo y el ajardinamiento de la zona general del museo; 36,6 millones de euros para la compra de las obras de arte, que constituyeron el capital inicial del Museo Guggenheim Bilbao; y 12,2 millones representan la aportación para convertirse en miembro de la Fundación Guggenheim y asegurar la rotación de sus colecciones en Bilbao.
Durante el primer año de funcionamiento del museo, de octubre de 1997 a octubre de 1998, el incremento del PIB de Euskadi fue de 144 millones de euros. Este incremento de riqueza (atribuido directamente por las instituciones vascas al Guggenheim Bilbao Museoa) generó un ingreso adicional para las arcas públicas vascas que habría cubierto en cinco años la inversión total. Estos estudios consideran los efectos directos, indirectos e inducidos y atribuyen a las actividades del Guggenheim Bilbao Museoa un incremento adicional para las arcas públicas vascas de 29 millones de euros. El citado incremento de la riqueza -según la consultora KPMG- supuso, además, el mantenimiento de 3.816 puestos de trabajo durante el primer año, que se incrementaron durante el año 2006 hasta los 4.232. Estas cifras no tienen en cuenta otros factores como la publicidad positiva que esta acción supuso para la ciudad, o su efecto para conseguir otras inversiones. En opinión de las autoridades municipales, si consideramos todos los artículos escritos en periódicos, revistas y reportajes de televisión en todo el mundo, y los contabilizamos como publicidad remunerada, ellos solos justificarían y amortizarían los recursos empleados.
La narrativa oficial
Las autoridades públicas que lideraron este proceso comparten un discurso muy positivo sobre el impacto de esta decisión. Desde esta perspectiva institucional, la apuesta por el Guggenheim Bilbao Museoa estuvo motivada por la necesidad de superar el modelo industrial -ya que en su opinión la crisis económica que se estaba viviendo era estructural y no coyuntural- e iniciar un proceso de transformación asentado en la remodelación urbana. Esta renovación urbana se planteaba teniendo en cuenta tanto las cuestiones físicas como las sociales y económicas.
Por cuestiones físicas, el discurso oficial articulado por el exteniente de alcalde y responsable de urbanismo, Ibon Areso, se refiere a la accesibilidad externa y movilidad interna para la metrópoli, así como a las medidas de regeneración medioambiental. De esta manera, Areso amplía la cartera de iniciativas que forman parte del “Bilbao Effect” a la ampliación de las instalaciones portuarias de Bilbao, el nuevo aeropuerto diseñado por Santiago Calatrava, el metro, las obras realizadas en carreteras y ferrocarriles, la Estación Intermodal, así como las “autopistas de la información” creadas por el nuevo cableado de fibra óptica. En materia de regeneración medioambiental y urbana, incluye la reducción de la contaminación atmosférica, la depuración y limpieza de los cauces de agua, la gestión de los residuos industriales y urbanos, y la ampliación de los parques y zonas verdes.
Según el discurso oficial promovido por las autoridades locales, el museo es la iniciativa estrella de un portafolio o cartera de intervenciones que fueron esenciales para la transformación de la ciudad. Una sola iniciativa no habría sido suficiente para superar el pesimismo y la falta de fe en el futuro que había generado el colapso de la industria pesada. A pesar de ser una estrategia socioeconómica, la narrativa oficial pone el acento en el valor diferencial de los aspectos inmateriales. La generación de nuevo conocimiento y la formación en nuevos sectores de actividad industrial era absolutamente necesaria para que la ciudad volviese a ser competitiva en un mercado global. Las universidades, las unidades de formación profesional, la relación entre formación y empleo, la formación de postgrado y la política empresarial en materia de recursos humanos fueron una prioridad. Esta formación acabó transformando la metrópoli en un hub de servicios de alta gama para una región industrial moderna, reflejando la convicción de que la industria y los servicios son inseparables.
Estas narrativas nos demuestran que, mucho antes de hacer la apuesta por el nuevo museo, los actores locales veían estas iniciativas de forma interrelacionada y buscaban plataformas culturales que mejorasen la imagen interna y externa de la ciudad.
Desde este discurso, se planteaba la lógica de una cartera de iniciativas interconectadas en el ámbito cultural que incluía: la mejora del Museo Bellas Artes, el Teatro Arriaga y el Teatro Campos Elíseos, el Palacio de Música y Congresos Euskalduna, las bibliotecas municipales, la temporada de ópera, nuevos campos de golf, y convertir el antiguo edificio de la Alhóndiga en un nuevo espacio cultural, social y sanitario. Si unimos estas iniciativas a las anteriormente descritas, podemos tener una perspectiva mucho más completa del conjunto de iniciativas y la visión de sistema sobre la que se había construido la estrategia de transformación de la ciudad.
A la hora de explicar cómo fue posible que en un contexto tan adverso la Fundación Guggenheim optase por Bilbao, la narrativa oficial es realista y reconoce que la elección de Bilbao fue también el resultado de las infructuosas negociaciones de la Fundación con otras ciudades europeas que consideraban más adecuadas, como Salzburgo y Venecia.
En relación con la oposición social, la narrativa oficial considera que el mayor problema fue el gran número de bilbaínos que se manifestaron en contra del plan. No entendían por qué las instituciones vascas tenían que emplear tantos recursos en la construcción de un museo de arte moderno en un momento de crisis económica, cuando parecía obvio que el dinero público debía emplearse en apuntalar el empleo en las industrias afectadas. En su opinión, esta decisión fue inicialmente considerada como una frivolidad por parte de las instituciones públicas que la promovían.
Esta narrativa transmite implícitamente la idea de que determinadas personas tuvieron una visión elitista, en contra de la mayoría de la población. Gracias a esta interpretación tradicional y jerárquica del liderazgo, frente a otros modelos más participativos y de inteligencia colectiva, los resultados habrían permitido un cambio en las percepciones sociales. La sociedad vasca no había entendido que la propuesta de museo elaborada por las instituciones contenía, además de preocupaciones culturales, un componente económico integral, es decir, que la cultura dejaba de ser entendida como un mero “gasto”, como se había visto hasta entonces, y debía ser considerada como una “inversión económica de futuro”.
Desde esta perspectiva, la narrativa oficial defiende todavía hoy que el liderazgo es una característica esencial de un proceso de transformación integral de una ciudad. Era necesario elaborar un diagnóstico claro del problema y tomar todas las medidas necesarias para solucionarlo, aunque el proceso no sea entendido inicialmente por la población. Los riesgos eran necesarios, y si se tomaban medidas equivocadas, la sociedad reprendería con sus votos a los responsables. Podemos hablar en masculino porque la inmensa mayoría de las personas que participaron en la toma de decisiones durante este periodo fueron hombres.
A pesar de esta visión tradicional del liderazgo institucional, el discurso oficial destaca también la cooperación inter-institucional y una estrategia público privada compartida. La ciudad de Bilbao estableció una estructura de cooperación entre las instituciones a través de BILBAO Ría 2000, una sociedad formada íntegramente por la Administración del Estado, el Gobierno Vasco, la Diputación Foral de Bizkaia y el Ayuntamiento de Bilbao.
- Ibon Areso, exteniente de alcalde y exresponsable de urbanismo de Bilbao
Esta estrategia habría conseguido grandes beneficios intangibles: la recuperación de la autoestima de una sociedad golpeada por la crisis industrial y el paro. El museo habría tenido una misión cultural en su sentido más amplio: la responsabilidad de ayudar a los aspectos urbanos, económicos y psicológicos de la ciudad. En una dimensión más profunda, esta forma de interpretar la realidad vincula el proceso de transformación a un sistema de valores conformado por la valentía, la auto-responsabilidad y la competitividad.
De cara al futuro, el discurso institucional apuesta por impulsar la segunda transformación de la ciudad y pasar de ser una ciudad amable a una ciudad inteligente. El intercambio entre arte y tecnología se estaría convirtiendo en la base de nuestra nueva economía y de la prosperidad futura.
- Frank Gehry, arquitecto del edificio
Una mirada crítica
La mirada más crítica al “Bilbao Effect” surge de la propia sociedad vasca. Joseba Zulaika, antropólogo vinculado al Centro de Estudios Vascos de la Universidad de Nevada es la primera voz que cuestiona una interpretación simplista de este fenómeno. Aunque su mirada va evolucionando durante el periodo de gestación, construcción y explotación del proyecto, Zulaika habla de “Krensificación” del museo (en alusión a la influencia de T. Krens, director del museo Guggenheim en Nueva York) y lo atribuye a su capacidad de seducción, a la exuberancia de los años 90 y a la necesidad de Bilbao por transformar su imagen asociada a la violencia y el colapso industrial.
A nivel internacional, el arquitecto del Guggeheim, Frank Gehry, ha sido criticado con la etiqueta de caparazón populista, atractivo y accesible. Su trabajo se vincula a la moda de contratar arquitectos estrella. Estas críticas se centran en la desconexión con la cultura local y la falta de evidencia sobre el impacto económico real de estas inversiones. Aunque consideran que en el caso de Bilbao sí puede demostrarse un impacto positivo en la economía, la mayoría de iniciativas de transformación socioeconómica vinculadas a la construcción de nuevos edificios emblemáticos no han sido evaluados rigurosamente en cuanto a su éxito económico. Desde estas perspectivas, la cultura es una condición necesaria pero insuficiente para la transformación económica de las ciudades. Este tipo de transformaciones no tienen impacto real si no existe una diversificación de la economía (que no dependa sólo del turismo y los servicios), la integración de esos proyectos en el conjunto de la oferta de la ciudad y el aumento de la competitividad del conjunto del sistema.
Tanto las narrativas institucionales como las más críticas atribuyen al Guggenheim Bilbao Museoa la mejora en la calidad de vida en la ciudad y la construcción de una nueva imagen internacional. De ser considerada una ciudad gris y sucia, pasa a ser percibida como un espacio de belleza y modernidad. Los cambios se interpretan de forma positiva, no existe una percepción romántica de un pasado urbano que hubiese sido mejor. El Guggenheim Bilbao Museoa no representa la cultura vasca tradicional pero la modernidad que genera es interpretada positivamente porque viene vinculada a una mejora de la calidad de vida en la ciudad.
Las narrativas recogidas para la elaboración de este artículo tanto de los protagonistas directos del proceso como de las personas más jóvenes coinciden en vincular las decisiones tomadas con una situación de máxima emergencia. En lugar de activar respuestas individuales, la falta de recursos favoreció una acción colectiva interinstitucional. No se menciona de manera explícita, pero al vincular tan intensamente la decisión a las circunstancias del momento se puede interpretar que tal vez no se hubieran tomado decisiones tan disruptivas en un escenario menos negativo.
A pesar del alto consenso que existe sobre la contribución del museo a la transformación de la sociedad vasca, la relación con la Fundación Guggenheim es una cuestión espinosa que genera todavía interpretaciones muy diversas. Todavía hoy nadie se explica muy bien como los interlocutores vascos pudieron convencer a una institución tan prestigiosa como la Fundación Guggenheim para que fijase su sede europea en un Bilbao muy afectado por la crisis económica y la violencia. Joseba Zulaika destaca que la Fundación Guggenheim se había puesto en contacto con otras ciudades de Europa, Rusia y Japón para albergar la próxima franquicia del Guggenheim, pero todos esos intentos habían fracasado.
Frente a esta lectura crítica, la narrativa institucional considera que la Fundación Guggenheim empezó a entender que Bilbao estaba haciendo una propuesta sería respaldada por organizaciones públicas, y que era una parte coherente de un plan más amplio. Entendieron que se convertiría en algo más que un museo, que el objetivo era crear un imán y un motor de transformación social. Frente a la importancia de un liderazgo personal, incluso las personas que podrían estar interesadas en vincular el éxito a su contribución personal, hablan de una estrategia colectiva vinculada a un proceso de transformación socioeconómica. “Vieron que ya había muchas cosas en marcha. Bilbao no era perfecto, pero los interesados estaban haciendo un claro esfuerzo concertado, fue un esfuerzo conjunto de colaboración”, explica Joseba Zulaika.
Estas mismas voces consideran que la decisión de apostar por el museo es coherente con la forma en la que la sociedad vasca ha respondido históricamente a los momentos de gran dificultad. Este imaginario vincula la identidad vasca a los valores como el “emprendimiento”, la “acción colectiva”, el “esfuerzo”, y la “valentía” a la hora de tomar decisiones arriesgadas y a la capacidad de transformación en periodos de máxima dificultad. En términos generales, el discurso construido sobre el “Bilbao Effect” está conectado al conjunto de la transformación vasca. A pesar de algunas opiniones críticas, la mayoría de narrativas inciden en el impacto positivo que ha tenido en el posicionamiento internacional del pueblo vasco.
Esta vinculación con el conjunto de la sociedad vasca está presente también en el discurso del arquitecto Frank Gehry. Esta vinculación con el conjunto de la transformación vasca está construida sobre narrativas desconectadas de las instituciones españolas.
El futuro
A la hora de interpretar lo que el Museo Guggenheim Bilbao supone para el futuro, las voces recogidas coinciden en alertar sobre un riesgo de autocomplacencia que impida impulsar nuevas transformaciones. Si la prioridad en los 80 y 90 era transformar la realidad, las voces más críticas nos alertan sobre los riesgos que genera tratar de conservar una realidad que se encuentra en permanente transformación.
Estas opiniones nos invitan a pensar que frente a un discurso que vincula la identidad vasca con la innovación y la resiliencia, la realidad es más conservadora y contraria a la toma de decisiones arriesgadas. El hecho de que se hubieran tomado decisiones muy disruptivas en ese periodo histórico podría explicarse por la excepcionalidad del momento, pero no nos ayudan a entender cómo el pueblo vasco ha sido capaz de mantener unas señas de identidad tan diferenciales a lo largo de la historia. En ese sentido, la metanarrativa que explicaría por qué en ese momento histórico muchas personas e instituciones creyeron que el cambio era posible sigue siendo una interrogante sobre la que profundizar en el futuro. Esta cuestión es de la máxima relevancia porque nos ayuda a entender por qué en casos de dificultad determinadas sociedades consideran que el cambio es posible y en situaciones similares otras comunidades construyen una metanarrativa más negativa sobre el cambio.
- 189GHAEEM4, 2021
Estas citas forman parte de una investigación doctoral sobre las narrativas asociadas a la transformación socioeconómica de la sociedad vasca. “Normas, valores y narrativas de los procesos de Innovación Social. La dimensión cultural de la transformación socioeconómica de la sociedad vasca (1978-2022)”.
Narrativa de superficie 1: El liderazgo fue institucional, en contra de la población.
“Al principio había gente que no estaba muy de acuerdo, pero luego vieron el potencial.” (73GHAEE16, 2021)
“El tiempo les ha dado la razón a las personas que hicieron esa apuesta. Hubo gente que pensó en traer algo rompedor, y que eso iba a suponer un aldabonazo. Esa gente pensó que no podíamos seguir haciendo lo mismo, había que hacer algo diferente.” (194GHAEEM6, 2021)
“It was seen as maybe not appropriate to context and it was viewed as something that was like a strange starchitecture project out of context and meant to be leading some sort of transformation. But, there was a lot of criticism of it at the time.” (184GHAEJE, 2021)
Narrativa oculta 1: Sin colaboración no es posible.
“La Fundación Guggenheim empezó a entender que Bilbao estaba haciendo una propuesta seria respaldada por organizaciones públicas, y que era una parte coherente de un plan más amplio. Entendieron que se convertiría en algo más que un museo, que el objetivo era crear un imán y un motor de transformación social. Lo entendieron y creyeron en ello.” (251GHAEEM14, 2021)
“Cuando mandatarios de otros lugares me preguntan si un fenómeno como el Guggenheim es replicable yo les contesto que a mí no me gustan las réplicas. Además tenemos que tener en cuenta que en la gestación del Guggenheim confluyeron muchas circunstancias y que Bilbao, Bizkaia y Euskadi en aquella época eran de una forma diferente a la que es hoy día. Ni siquiera sé si sería replicable en el Bilbao actual.” (231GHAEEM4, 2021)
Metanarrativa 1: Somos vascos.
“Creo que los vascos tenemos un elemento cultural que subyace en diferentes proyectos. El ser capaces de hacer cosas que están muy por encima de nuestras posibilidades. Siendo como somos, un país pequeño y humilde, tenemos un punto de ambición y nos atrevemos a hacer cosas. Y yo creo que ese elemento es palpable también en el proyecto del Museo Guggenheim Bilbao.” (189GHAEEM4, 2021)
“Gerhy lo dijo claro: el museo de Bilbao ha funcionado porque me encontré una cultura diferente, por la seriedad que tenían, por los compromisos.” (188GHAEEM8, 2021)
“Guk gauzak gure lurrari, gure sustraiei eta gure kulturari lotuta egiten ditugu, modu berezi batean. Eta hori Guggenheimen ere gertatu da.” (241GHAEEM11, 2021)
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Narrativa de superficie 2: El museo ha transformado Bilbao.
“Me parece un museo espectacular que ha transformado la ciudad de Bilbao.” (40GHAEE5, 2021)
“El museo llega a Bilbao en una época difícil en la que la industria está en declive, hay una situación de paro muy grande y el museo hace de tractor de muchos cambios, por un lado del modelo económico de la ciudad, pero también de la transformación urbanística. Por ello el museo trasciende del propio museo.” (186GHAEEM6, 2021)
“Respecto al arte y la cultura, mucho mejor. Y luego la gastronomía, los bares… Es una ciudad donde se vive mucho mejor gracias al Guggenheim.” (47GHAEE5, 2021)
Narrativa oculta 2: Además del museo, estaban pasando otras cosas en Euskadi que lo hicieron posible.
“Ba gaur egun Bilboren aurpegia da, oraintxe bertan Bilbok asko galduko luke Guggenheima gabe, eta horregatik turismo arloan asako aportatu du, ekonomia aldetik noski.” (76GHAEE23, 2021)
“A lot of governments hired really famous architects to make these signature buildings [and emulate the Bilbao effect] and then, they didn’t have the same effect as what happened in Bilbao.” (171GHAELL, 2021)
“En aquel momento coincidieron circunstancias, seguramente ninguna de ellas positiva, que derivaron el éxito posterior.” (185GHAEEM3, 2021)
“I think of it just as associated with the Basque Country as a whole as I do with Bilbao.” (181GHAEJE, 2021)
Metanarrativa 2: El cambio fue posible porque conectaba con el resto de cosas que estaban sucediendo.
“The perception from the outside can be that Basque people should be grateful because without the Guggenheim it would not have had the social transformation that it had. And so, too much credit, perhaps, is given to the museum as not only a representation of the transformation but the reason, the whole reason for the transformation (...) It is actually more of a result of a transformation, which is pluralistic and multifaceted in so many was, and that was a manifestation of a transformation happening.” (177GHAEJE, 2021)
“It had international attraction. But over time (...) you began to see the results of the impact that it had sort of growing out from the sight, to that district, it’s position on the river, that neighborhood… And then, in successive spheres you began to see or at least read and hear that it was giving recognition to the Basque Country, and the Bilbao effect really did work there (...) So many other places tried to emulate the Bilbao effect without realizing that it’s success was based on cultural transformation.” (168GHAELL, 2021)
El discurso sobre el “Bilbao Effect” se sitúa claramente en el modelo de desarrollo económico dominante a principios de la década de los 90. Estas narrativas públicas se centraban en el papel de las grandes organizaciones (organismos políticos, Fundación Guggenheim, etc.) como agentes de cambio. Sin embargo, el análisis de los valores asociados a estas narrativas nos descubre aspectos vinculados a la capacidad de acción colectiva o “auzolan”. Los protagonistas de este proceso entienden que la Fundación Guggenheim apuesta por Bilbao por este motivo. El contexto de dificultad unido al conjunto de valores con los que se autodefine la sociedad vasca históricamente (autorresponsabilidad, acción colectiva, resiliencia) construyen un imaginario que nos ayuda a entender este proceso. Esta apuesta radical por la modernidad se integra en los valores fundamentales con los que se construye el imaginario vasco.
Resulta especialmente interesante profundizar en la forma en la que estos dos imaginarios (el tradicional y el moderno) conviven en el caso vasco. En sociedades afectadas por situaciones de colapso económico, institucional y vulneración de los Derechos Humanos, las narrativas pesimistas pueden limitar la capacidad endógena para impulsar procesos de transformación de larga escala. En el caso vasco, por el contrario, a pesar de compartir elementos de contexto, encontramos narrativas que confían en la capacidad de cambio de la propia sociedad incluso en situaciones extremas. Este conjunto de factores permite entender mejor la apuesta por el Museo Guggenheim Bilbao como algo “normal”. En palabras del Director de Museo, Juan Ignacio Vidarte, “un buen plan”, que necesitaba un icono, o como lo describe el crítico de arquitectura Jonathan Meades, un “logotipo en 3D”.
El “Bilbao Effect” nos ofrece, por lo tanto, claves fundamentales para comprender mejor la transformación del conjunto de la sociedad vasca. A pesar de que, desde una mirada externa, la apuesta por el museo no fuese racional y fácilmente alcanzable en ese momento tan complicado, las narrativas recogidas nos demuestran que los actores locales operaban desde el convencimiento de que ese cambio era posible y sus iniciativas responden a un mismo sistema de valores que ha condicionado el tipo de transformaciones que finalmente fueron impulsadas.
Por todos estos motivos, el “Bilbao Effect” como icono o logotipo de la transformación vasca sugiere la necesidad de incorporar un enfoque de inteligencia colectiva a las iniciativas de transformación urbana. Las diferentes iniciativas vinculadas a la experiencia vasca, entre las que destaca el Guggenheim Bilbao Museoa como icono de esta transformación, conforman un ecosistema organizado como una plataforma de colaboración e innovación abierta. En lugar de entenderlo como un actor aislado, puede ser más apropiado pensar en su relación intrínseca con el resto de iniciativas impulsadas en ese período histórico.
En base a esta nuestra experiencia, los procesos de transformación urbana deberían adoptar una visión más global, mapeando los activos existentes e identificando los puntos de conexión con otras iniciativas en diferentes niveles de actuación. Abordar los proyectos estratégicos dentro de un proceso más amplio aumentaría el impacto y, a su vez, generaría nuevos espacios de colaboración para contribuir a la siguiente transformación de la sociedad vasca.
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